Extracto de entrevista a Brandon Sanderson
Hace unas semanas se publicó en la revista Jot Down una entrevista a Brandon Sanderson. Aunque la entrevista es muy interesante, no la incluyo aquí por mi admiración a Brandon Sanderson sino por otro motivo: autoayuda.
¿Eh? ¿Qué?
Quienes no han intentado escribir un libro nunca es difícil que se lo imaginen pero uno de los mayores problemas con los que nos encontramos los aprendices a escritorzuelos es que no tenemos ningún indicador del rumbo a seguir, cuánto falta para llegar o si ya has llegado pero ¡ay! los editores no se molestan en leer tu obra.
¡Claro que tienes referencias! Jamás escribiré tan bien como Patrick Rothfuss. Se siente. Hace tiempo que lo acepté y no me quita el sueño. También tengo claro que escribo mejor que Michael Crichton, lo cual nos lleva a una interesante pregunta: si esa es una verdad tan evidente ¿por qué Michael Crichton vendió 150 millones de libros y yo ni uno? Y, además, está la clara paradoja de que, aunque la calidad de uno y de otro son muy diferentes, tanto Rothfuss como Crichton son escritores muy exitosos. Se puede alegar, claro está, que sobre gustos (y calidades) hay tantos como personas, pero eso no soluciona el problema. Porque claro, cuando uno lleva cuatrocientas páginas escritas de un mamotreto y se pregunta si es una obra maestra o una diarrea mental, le gustaría una respuesta más concreta que un "según gustos".
Esto produce lo que yo llamo "la montaña rusa", que es que -según el día que tienes- eres el mayor genio incomprendido de la historia o un payaso incompetente que no debería salir de casa. Ambas proposiciones son factibles y ninguna de las dos puede ser refutada. Es lo que hay.
Esto nos lleva al "momento autoayuda" (que levante la mano el escritorzuelo que no lo haya hecho), en el que buscas historias que te levanten el ánimo. Porque no todo el mundo tuvo suerte al principio. A J.K. Rowling la rechazaron 12 veces, Kafka se autopublicó y John Kennedy Toole falleció sin que nadie le hubiera publicado nada.
Y llegamos a la entrevista de marras (los énfasis en azul son míos).
Escribiste un montón de
manuscritos e incluso novelas enteras antes de vender tu primer libro. ¿Qué te
decían los editores durante esos años? ¿Cómo mantuviste tus esperanzas ante las
cartas de rechazo?
Fue duro, muy duro. Esto te va a encantar… Los
editores no paraban de decirme: «¿No podrías parecerte más a George R. R. Martin?». Sin
embargo, al mismo tiempo insistían en que mis libros eran demasiado largos.
¡Pero si los libros de Martin son larguísimos! El punto más duro de mi
carrera llegó cuando acabé mi duodécimo libro… Escribí trece antes de
vender uno. Los libros once y doce fueron mis intentos de escribir como
George R. R. Martin, con antihéroes cínicos, fantasía cruda y oscura… Eso no se
me da bien de forma natural. Algunos escritores lo logran estupendamente, pero
mi especialidad es el optimismo, personajes que encuentran la luz en las peores
circunstancias… Así que mis dos libros sombríos y breves resultaron ser
malísimos. Me quedé descorazonado, pensando que nunca sería capaz de ganarme la
vida con esto.
La gran decisión que tomé entonces fue escribir lo que me
encantaba de verdad. Me di cuenta de que si moría a los noventa años con cien
manuscritos inéditos en mi armario, lo consideraría igualmente un éxito… Un
éxito mayor que si me rendía. Tenía que continuar escribiendo lo que amaba a
cualquier precio. Y en ese momento pensé: «¡Escribiré los mayores y más
alucinantes libros de fantasía épica que se han escrito! Me dicen que mis
libros son demasiado largos, ¡así que los haré más largos aún! ¡Llenos de todo
tipo de cosas extrañas y montones de personajes!». Y escribí El camino de los reyes, mi
libro número trece, con esa novela le hice un corte de mangas a toda la
industria editorial. El año siguiente vendí Elantris.
Y es realmente bueno que pasara por ese momento clave de decidir que quería
hacer lo que me gustaba porque realmente amaba hacerlo, en lugar de intentar lo
que los demás me decían que tenía que hacer.
Pues eso. Hace tiempo que llegué a la misma conclusión: quiero escribir por placer. Si me publican, mejor. Pero no perderé años escribiendo historias con las que no me sienta a gusto. Y, cuando aparecen nubes negras en el horizonte, recurro a una frase que me inspira mucho:
Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better.
Samuel Beckett
Etiquetas: autoayuda, literatura
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