sábado, mayo 18, 2024

Crítica: La sabiduría de las multitudes

La sabiduría de las multitudes es una novela de Joe Abercrombie que cierra la Era de la Locura, siguiendo la estela de las exitosas Un poco de odio y El problema de la paz. Retoma la historia justo después de El problema de la paz, con el inteligente Odo victorioso sobre los bravos y estúpidos Leo y Calder, Rikke tomando el trono en el Norte y los Rompedores&Quemadores retomando las armas contra la elite.

De nuevo, la obra presenta evidentes paralelismos con la realidad. Si en las dos primeras entregas de la saga la similitud era con la Rebelión de Ludd, en esta ocasión la fuente de inspiración ha sido la Revolución Francesa, con sus jacobinos (quemadores), girondinos (rompedores), sus ejecuciones masivas (incluyendo una máquina de nueva invención para efecutarlas)...

Se supone que se trata de una obra de fantasía aunque, como ya he comentado en otras ocasiones, hay poca fantasía en las obras de Abercrombie. Podríamos prescindir enteramente de ella y la novela se mantendría en pie. De hecho, teniendo en cuenta que la magia aparece en contadas ocasiones, sin un guion definido y como recurso ex machina, opino que la obra estaría mejor sin ella. Hala, ya lo he dicho.

El humor está, como en todas las obras de Abercrombie, presente, si bien en esta ocasión la situación general resulta cualquier cosa salvo hilarante. El ambiente tétrico, invernal, con hambrunas y las ejecuciones masivas no dan para muchas alegrías.

El peso de la historia la llevan, cómo no, los personajes. Tenemos a Savine, que pone todo su empeño en medrar en una sociedad en la que la riqueza resulta sospechosa y, de paso, obrar el bien de vez en cuando. Odo, capturado por los revolucionarios, resulta desaprovechado en toda la obra, aunque tiene algún momento interesante. Leo sigue comportándose como un bocazas y un imbécil, con el añadido de que ahora, además, está amargado por sus heridas de guerra y tiene más astucia que antes. Rikke se encuentra con el gobierno del norte y la amenaza de Calder el Negro. Victarine abandona su máxima de sumarse del lado de los vencedores y, por una vez, se guía por el corazón. Broad se suma a los revolucionarios y se consume en el alcohol para soportar el dolor por los crímenes cometidos.

Aunque Abercrombie resulta un autor muy efectivo, tras haber leído unas cuantas de sus obras resulta demasiado evidente que todas resultan talladas por el mismo patrón. Humor a raudales, que incluye numerosos exabruptos incluso cuando resultan inadecuados, una batallita al final que no sorprende claro, porque siempre gana el bando que aparentemente tiene las de perder y que, para rematarlo, tiene el grave defecto de que resulta poco creíble. También resulta poco creíble quién está detrás de los Rompedores/Quemadores. La falta de originalidad incluye también las comidas, porque parece ser que todo el mundo se alimenta a base de salchichas (¿de verdad nadie come nada más?).

En resumen, La sabiduría de las multitudes es una recomendable obra que mantiene el tono de sus predecesoras de la Era de la Locura, con muy acertados paralelismos con la realidad, humor ácido y personajes entrañables. Como nota discordante, señalar que la obra de Abercrombie muestra aquí con claridad sus limitaciones; por exceso de uso, sus ideas terminan resultado previsibles o increíbles. En especial, el humor a veces no resulta adecuado para la situación, la obra mejoraría si prescindiera por entero de la magia y algunos giros de guion son inverosímiles.


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