jueves, diciembre 16, 2021

Crítica: Los últimos días de Nueva París

Los últimos días de Nueva París es una novela de China Miéville, autor de referencia en el subgénero weird de la ciencia ficción y que ha dejado excelentes obras como La ciudad y la ciudad. El argumento combina elementos de historia con surrealismo y resulta extremadamente original: en plena II Guerra Mundial se detona una "bomba S" que hace que las obras de arte surrealistas cobren vida. Estas cuentan con poderes sobrenaturales que las hacen codiciadas y temidas tanto por los nazis como por la resistencia francesa.


China Miéville nos sumerge en la novela sin anestesia previa. Un ejercicio arriesgado, que habitualmente me encanta y sale bien. Sin embargo, la extraña combinación de elementos, muchos de ellos deliberadamente incomprensibles, convierten la inmersión en un hundimiento. Cuesta demasiadas páginas comprender lo que sucede y, cuando por fin nos hemos hecho con las riendas, nuevos elementos surrealistas te vuelven a descabalgar.

No falta el genio de Miéville a la hora de escribir las páginas, pero buena parte de las palabras no terminan de cuajar; sin poder entender bien los cimientos, el resto de la estructura no atrapa. Algo similar sucede con los personajes, que no pueden desarrollar su personalidad en semejante desvarío.

En resumen, Los últimos días de Nueva París es una obra extraordinariamente original, que aporta nueva ideas para el género fantástico. Por desgracia, esta originalidad está demasiado reñida con la comprensibilidad de la obra, lo que la convierte en un producto solo para paladares amantes del subgénero weird.


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miércoles, diciembre 01, 2021

Crítica: El año del diluvio

El año del diluvio es la segunda novela de la saga Madaddam de Margaret Atwood. No se trata de una continuación verdaderamente dicha de Oryx y Crake dado que se inicia y acaba en el mismo momento que su predecesora, en una generación que crece en esa distopía y que en sus primeros años de vida adulta vive el colapso. En su lugar, El año del diluvio explora ese mundo desde otro punto de vista, el de dos amigas, Ren y Toby. La primera es una trabajadora sexual mientras que la segunda se une a los Jardineros de Dios, una secta religiosa.


La novela describe con todo lujo de detalles el credo y obras de los Jardineros de Dios. Según la autora, esta religión no está inspirada en ninguna religión en particular, pero cualquier lector con dos neuronas se da cuenta que esta neoreligión sincrética tiene una raíz cristiana, está adornada con abundantes elementos del ecologismo y salpimentada con algunos toques de ciencia. No falta un poco de burla del fanatismo religioso, con dogmas extravagantes y fieles que aprovechan cualquier oportunidad para el escaqueo. La religión de los Jardineros de Dios no destaca por su originalidad ni por su complejidad, por lo que las páginas y páginas que dedica a ahondar en los detalles resultan innecesarias y aburridas. Para rematarlo, Atwood incluye un amplio abanico de cánticos de los Jardineros de Dios, piezas que -honestamente- me salté por considerarlas irrelevantes.

Además de la crítica a la religión, en El año del diluvio se critica los reality shows, que funcionan al modo de un circo romano y se usan para castigar a los criminales.

Estilísticamente, El año del diluvio es una novela que no destaca. Personalmente, en ningún momento tuve la sensación de estar leyendo la genial prosa de Margaret Atwood. Además, al perderse ese punto de indefinición de Oryx y Crake, desaparece una de las grandes virtudes de su predecesora.

Uno de los principales defectos de la obra es que durante páginas y páginas los actos de los personajes parecen irrelevantes. Buena parte de la novela me llevó a pensar que los protagonistas parecían meros espectadores de los actos que se desarrollaban a su alrededor.

Otro defecto que resulta un tanto molesto es que la obra está plagada de clichés obsoletos. No es la primera vez que esto sucede en una obra de Margaret Atwood, pero si en El cuento de la criada o en Oryx y Crake esto servía como denuncia social, en esta ocasión no cumple esta función.

En resumen, El año del diluvio es una obra decepcionante, con un estilo poco atractivo, repetitiva y a ratos incluso aburrida, que no llega a las cotas alcanzadas por Oryx y Crake. Lo mejor, cómo enlaza ambas obras, permitiendo dar una visión más amplia del conjunto.



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