miércoles, noviembre 20, 2019

Crítica: La gracia de los reyes

La gracia de los reyes de Ken Liu narra la historia del desmembramiento del Imperio Dara y las  guerras que se producen tras su caída y que conducen a la nueva Dinastía del Diente de León. El libro tiene profundas influencias chinas, lo que alegrará a los sinófilos. Así, por ejemplo, hay un obvio paralelismo entre el emperador Mapideré y Qin Shi Huang, del mismo modo que su imperio (Imperio Dara) se parece sospechosamente al Imperio Qin. En los reinos encontramos los mismos modus operandi de los chinos (concubinas, alta valoración de la caligrafía y así un largo etcétera). Estas influencias se vuelven tan obvias que a veces estropean la trama al hacerla demasiado predecible.

A pesar de la clara fuente de inspiración, Ken Liu logra crear un mundo rico y asombroso donde los pobres y los oprimidos se sublevan contra la tiranía. Es notable, sin embargo, que una vez que los oprimidos alcanzan la cima, generalmente se vuelven aún peores que los que acaban de derrocar.

La novela combina hechos realistas con giros de fantasía, el contraste entre ambos no está bien resuelto y erosiona la credibilidad del libro. Sin embargo, el libro hace un buen uso de los cambios en el ritmo y de acción sin cuento para mantener la atención del lector (algo difícil de lograr en una novela tan extensa).

Estilísticamente hablando, no hay duda de que el libro está bien escrito, pero no sobresale en este aspecto.

Uno de los factores que desmerecen este libro es la exagerada cantidad de personajes que pueblan sus  páginas. El autor sacrifica profundidad de los personajes por cantidad de los mismos, lo que convierte a estos en meros hombres/mujeres planos que solo parecen tener una cosa en mente.

En resumen, una buena novela, compleja, fuertemente influenciada por la cultura china y con mucha acción, ideal para pasar el rato sin demasiados quebraderos de cabeza.

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miércoles, noviembre 13, 2019

Nación

Como algunos ya sabéis ahora mismo estoy escribiendo una novela corta. Todo empezó a finales del 2018, cuando tuve una idea que -aunque me atraía- califiqué de bastante loca. Se trataba de escribir un cuento llamado Nación pero, honestamente, no pensé que nadie fuera a comprar semejante argumento.

Todo cambió cuando descubrí a finales del año pasado que China Miéville había tenido una idea semejante en La ciudad y la ciudad. Oye, pues si China Miéville puede, yo también.

La cosa, sin embargo, se salió de madre. Iba a ser un relato. Unas 6.000 palabras. Pero la complejidad del escenario en seguida lo hizo imposible. O lo simplificaba, o me arriesgaba a que fuera incomprensible o lo alargaba hasta convertirlo en novela corta. Los que me conocéis ya sabréis que no dudé mucho en qué opción elegir.

Y aquí estamos. De momento 20.000 palabras. Seis capítulos en versión alfa, otros cuatro en diferentes estadios. Alcanzará entre 25.000 y 30.000 palabras, grosso modo.

El argumento lo dejaremos para otra ocasión.

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