martes, febrero 15, 2022

Crítica: El mesías de Dune

El mesías de Dune es la segunda parte de la célebre saga de Dune, creada por Frank Herbert. Ambientada unos años después del ascenso de Paul Atreides a Emperador Galáctico y su consolidación tras las sangrientas guerras de la Yihad, nos presenta una nueva trama de intrigas destinadas -esta vez- a despojarle del trono.


La trama se inicia de una forma un tanto forzada, con la implicación de las Bene Gesserit, la Cofradía, los Corrino y, hum, los tleilaxu, una sociedad que se mencionaba muy de refilón en la Dune original pero que resulta que ¡ay qué descuido! son muy importantes en este universo. No obstante, la súbita aparición los tleilaxu como pivote de la conspiración se puede disculpar pues su introducción se produce nada más iniciarse la obra. Pero, por desgracia, los diálogos tienen esta extraña cualidad de Dune que da a pensar que o son muy profundos o están muy mal hechos

Con el paso de las páginas, la novela mejora. Una vez la conspiración ya en marcha, la novela -y en especial los diálogos- ganan en fluidez. De vez en cuando tenemos, eso sí, esas páginas tan intimistas y herméticas, fruto de la conciencia alterada (porque es el Kwisatz Haderach o porque va puesto hasta el culo de droga, decida usted) que, o bien las adoras, o bien resultan un aburrimiento. Personalmente nunca fueron de mi devoción pero, claro, sin ellas, esto no sería Dune.

Los personajes no experimentan un desarrollo, posiblemente porque la "breve" extensión de la obra no permite los altos vuelos que caracterizaron a la primera entrega. A esto hay que añadirle que, al tener una edad más avanzada, tampoco es esperable grandes cambios. Sin embargo, hay dos interesantes excepciones. Y es que llegamos a la parte más interesante de la obra, con un personaje muy querido por los lectores que veremos de nuevo. Además, lo hace como eje central de la trama, con las mejores conversaciones de toda la obra y, para rematarlo, con interesantes dudas existenciales. El segundo personaje memorable es Alia, que cobra un protagonismo más importante y realista, en plena madurez y efervescencia hormonal.

¿Algo más? Bueno, sí, El mesías de Dune nos presenta un Emperador que -pese a intentar evitarlo- no logra evitar la sangrienta Yihad que le lleva al poder. Tenemos a unos fremen que ha llevado a Paul a la cumbre a cambio de riquezas que tampoco son para tanto, oigan. ¿Podría haberse desarrollado más? Posiblemente. ¿Hubiera sido el resultado más interesante si la trama se hubiera desarrollado en plena Yihad? Tal vez. ¿Sería más creíble y tendría un mensaje más potente si se nos revelara al final que Paul es simplemente un hipócrita y un oportunista, como tantos otros dictadores de la historia? Seguramente sí.

Y llegamos al desenlace de la obra que, en comparación con el apresurado final de Dune, es mucho más reposado y satisfactorio. Deja un agradable sabor de boca que algunas de las mejores páginas de la obra estén en el final.

En resumen, El mesías de Dune es una digna sucesora de su predecesora, con buena parte de las características que harán las delicias de los fans de la obra inaugural: complejas tramas y dilemas filosóficos. Si bien el arranque es un tanto torpe, conforme avanzamos en la obra, esta gana puntos hasta llegar a un final más satisfactorio que el de la Dune original.


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