Crítica: El portal de los obeliscos
El portal de los obeliscos es la continuación de la merecidamente aclamada La quinta estación, que ya reseñé en su día. Como toda secuela, es casi imposible mantener el nivel impresionante de su precedente, pero, en mi opinión, esta cojea
en demasiados aspectos.
¿Dónde empezar? Bueno, no hace falta decir que una secuela no puede sorprender como el primer libro. Peor aún, En la primera la autora pudo jugar con el ascenso de la protagonista de su poblado a ser una orogene, en esta ocasión no puede hacerlo. Sin embargo, un autor inteligente tiene muchas herramientas con la que jugar. Jemisin no lo hace. Si La quinta estación se iniciaba de forma lenta, con dos historias en paralelo que convergen al final, en esta ocasión el arranque lento y la narración en paralelo no cuajan. Pero su peor es que el libro carece de enfoque. Simplemente se limita a agregar páginas sin que pase casi nada. Y, lo peor, la autora retiene las explicaciones realmente interesantes que el lector anhela y luego las libera de una manera anticlimática.
En segundo lugar, el libro carece de la ingeniosa prosa de su predecesor. No hay muchas frases directas y rudas (que en el primer libro eran una maravilla), tampoco las sutiles y poéticas (que no abundaban pero haberla haylas). No me malinterpretes, no está mal escrito. Pero lejos de ser perfecto.
En tercer lugar, las piezas del rompecabezas son, por decirlo claro, demasiado predecibles. Y, cuando no lo son, te dejan con la sensación de que, bueno, podrían haber sido de una manera completamente diferente.
Y finalmente (me temo que es una opinión muy personal de mi parte), el libro pierde su personaje más icónico. Es cierto que gana otros, pero como el que se pierde, lo siento mucho, pero no hay otro igual.
En resumen, si bien me esperaba que no alcanzara el nivel del primer libro, me decepcionó el resultado final. El libro ahonda los fallos del primero sin aportar ninguna de sus sorpresas, giros inteligentes y dobles lecturas.
Etiquetas: crítica, literatura