Crítica: Los testamentos
La esperada secuela de El cuento de la criada aborda la casi imposible tarea de estar a la altura de su predecesora. El resultado es una buena secuela que, como era de esperar, no alcanza la perfección del primer libro.
Lo primero que hay que decir es que Margaret Atwood es una gran escritora. Su prosa parece simple, pero cualquiera que escriba ahora sabe que a veces la simplicidad no es simple en absoluto. Muchas veces, especialmente cuando es introspectiva, la prosa de Atwood tiene música propia. Sin embargo, no brilla cuando intenta transmitir escenas de acción.
Como su predecesora, las protagonistas son las mujeres, pero, en lugar de poner el foco en un solo personaje, trata de pintar una imagen más colorida recurriendo a varios personajes femeninos. El resultado tiene sus ventajas y desventajas. La representación de Tía Lydia es asombrosa, uno de los mejores personajes que he leído. Sorprendente, astuta, manipuladora y, a pesar de eso, de alguna manera, encantadora, es el mejor descubrimiento del libro. El resto de los personajes no son tan buenos. Todas son chicas jóvenes que intentan llegar a la edad adulta y, debido a esto, no son tan complejas (hay una explicación alternativa: la propia Atwood ha dicho que las mentalidad de una niña le queda un poco lejos). Sin embargo, eché de menos una gama más amplia de personajes (ni un solo personaje de la clase baja gileana, p.e.). A pesar de eso, la novela presenta un nuevo y convincente abanico de depravaciones de la sociedad gileana (en caso de que usted pensara que el primer libro no contenía cantidad suficiente).
Tengo sentimientos encontrados sobre la trama. Por un lado, a veces saltaba del sofá gritando ¡SÍ! ¡SI! ¡SI! porque la novela proporciona una justicia de la que este mundo va muy necesitado. Pero, por otro lado, la trama es bastante previsible y el nudo gordiano de la obra se resuelve de forma inverosímil (no pretendo hacer ningún spoiler, pero en la novela se da a las oprimidas un poder que, en la vida real, ningún poder opresor les concedería). De todos modos, le da al lector una conclusión satisfactoria de la historia, hilándola con acierto con el primer libro y terminando con una conferencia académica sobre la sociedad gileana que deleitará a cualquier historiador o académico.
En resumen, un libro muy bueno, aunque no tanto como El cuento de la criada. Excelente prosa, justicia y un personaje memorable.
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