Crítica: La gracia de los reyes
La gracia de los reyes de Ken Liu narra la historia del desmembramiento del Imperio Dara y las guerras que se producen tras su caída y que conducen a la nueva Dinastía del Diente de León. El libro tiene profundas influencias chinas, lo que alegrará a los sinófilos. Así, por ejemplo, hay un obvio paralelismo entre el emperador Mapideré y Qin Shi Huang, del mismo modo que su imperio (Imperio Dara) se parece sospechosamente al Imperio Qin. En los reinos encontramos los mismos modus operandi de los chinos (concubinas, alta valoración de la caligrafía y así un largo etcétera). Estas influencias se vuelven tan obvias que a veces estropean la trama al hacerla demasiado predecible.
A pesar de la clara fuente de inspiración, Ken Liu logra crear un mundo rico y asombroso donde los pobres y los oprimidos se sublevan contra la tiranía. Es notable, sin embargo, que una vez que los oprimidos alcanzan la cima, generalmente se vuelven aún peores que los que acaban de derrocar.
La novela combina hechos realistas con giros de fantasía, el contraste entre ambos no está bien resuelto y erosiona la credibilidad del libro. Sin embargo, el libro hace un buen uso de los cambios en el ritmo y de acción sin cuento para mantener la atención del lector (algo difícil de lograr en una novela tan extensa).
Estilísticamente hablando, no hay duda de que el libro está bien escrito, pero no sobresale en este aspecto.
Uno de los factores que desmerecen este libro es la exagerada cantidad de personajes que pueblan sus páginas. El autor sacrifica profundidad de los personajes por cantidad de los mismos, lo que convierte a estos en meros hombres/mujeres planos que solo parecen tener una cosa en mente.
En resumen, una buena novela, compleja, fuertemente influenciada por la cultura china y con mucha acción, ideal para pasar el rato sin demasiados quebraderos de cabeza.
Etiquetas: crítica, literatura